miércoles, 18 de abril de 2012

Cruce de caminos




Me encanta la sensación que se tiene cuando estás caminando por un sendero y todo lo que te rodea está tranquilo, vas observando todo lo que hay a tu alrededor con una media sonrisa en la cara y una enorme sensación de paz, mientras escuchas el viento moviendo las hojas de los árboles, tus propias pisadas, la respiración entrecortada que tienes cuando empiezas a estar cansado...
Sabes que al final de ese sendero todo merecerá la pena, podrás asomarte al borde de la montaña y ver el paisaje desde arriba, podrás quedarte allí de pie, observando desde las alturas donde empezaste a andar y hasta donde has llegado poco a poco con esfuerzo, las vueltas y los giros que has dado de más o de menos, y podrás disfrutar de esa brisa fresca que acaricia tu cara y refresca las gotas de sudor que han surgido tras los kilómetros recorridos.
Por fin puedes respirar hondo, beber un trago de agua fresca y decirte a ti mismo...Lo he conseguido.

Los días previos no tienes todo tan claro: Debes planear que sendero coger, donde debes girar, cuantas paradas hacer, que me llevo para la ruta...pero una vez que comienzas nunca sabes con una seguridad absoluta que todo vaya a salir tal y como lo habías planeado...si te entran dudas...tienes que olvidarlas...solo tienes que saber que quieres llegar allí.

A medida que vas caminando van surgiendo imprevistos que hacen que debas cambiar de sendero, circunstancias que te retrasan la marcha, quizás las fuerzas no te acompañen como pensabas en un principio y el sol apriete más fuerte de lo que decía el hombre del tiempo...hay que ser objetivos, no podemos controlar todos los factores externos que nos rodean...y no por ello hay que rendirse.

Tener planeado todo antes de empezar es importante para saber que podemos encontrarnos en el camino, pero mas importante es saber adaptarte y ser flexible ante los problemas que van surgiendo...quizás lleguemos a un cruce de caminos que no estaba en el mapa y tendremos que elegir...y hay que tener claro que podemos equivocarnos...

A veces he oído que las cosas, cuando suponen un esfuerzo, saben mejor una vez que las conseguimos...recuerdo haber pensado muchas veces que eso era una tontería pero...
¿Sabría igual el trago de agua fresco cuando llegamos arriba si no hubiéramos sudado un poco antes?¿Valoraríamos esa brisa fesquita como algo agradable sin toda la caminata anterior?Creo que no...

Yo ya he empezado una ruta, así que si quieres,  sube conmigo, ayúdame en el mío o  haz tu propio camino, cuenta con mi apoyo si lo necesitas en algún momento, te pediré consejo y te daré el mío si lo quieres, aunque llegados a un cruce cada uno debemos elegir que dirección tomar para llegar a nuestra meta...solo pongo una una condición: Quedamos en la cumbre, donde están mis metas y las tuyas, donde podamos encontrarnos de nuevo si en algún momento nos separamos, ya que lo que logramos con esfuerzo sabe mejor, pero es aún mejor compartir los logros con las personas que queremos y que nos han ayudado a llegar hasta allí, por lo que....¿Quieres también un trago y disfrutar las vistas conmigo?


















martes, 3 de abril de 2012

Decir lo que sentimos...



Creo que hay poca gente que tenga la capacidad de mantener en el tiempo la virtud que teníamos cuando éramos niños: El poder decir lo que pensamos y sentimos con total naturalidad y sin apenas remordimiento, con tanta suavidad y claridad que el receptor de ese pensamiento que había salido sin filtro de nuestro cerebro no podía reaccionar más que con una tímida sonrisa, creando un silencio incómodo entre el resto de los adultos presentes en la sala.
Sin embargo, ese niño podía salir a jugar con la pelota tranquilamente, sin tener constancia de su "error", y con la conciencia limpia de pensamientos que, una vez que somos mayores, nos quitan mucha energía y nos frustran mientras tratamos de acallarlos para evitar abrir la caja de pandora y soltar lo que realmente queremos soltar por nuestra boca en diferentes situaciones cotidianas.

Esa capacidad de decir lo que pensamos se va perdiendo con el paso del tiempo ya que nos enseñan a moderar nuestro lenguaje, nos inculcan unas normas sociales de las que es mejor no salir, nos exponemos a duras criticas por lo que decimos en cada momento y...al final, no se por qué, decidimos que siempre suele ser mejor callar que expresarnos con libertad...

Todos tenemos diariamente a nuestro alrededor pequeños momentos de tensión que nos generan malestar y no expresamos por no ser pesados, que pueden ir desde que el café está frío por las mañanas o que alguien se ha comido nuestras galletas favoritas, pasando por alguna de las tonterías que puedes escuchar en una tertulia de la televisión, o diferencias a la hora de llevar a cabo un proceso en tu lugar de trabajo con alguno de tus compañeros...pero tras pensarlo un rato, dices...mejor dejarlo pasar...¿Que voy a sacar de decir esto ahora?
Mientras lo dejas pasar, te tomas ese café frío y lo mojas con un bollo reseco, te dices a ti mismo lo idiota que es ese tertuliano y te metes en tu oficina pensando...ya queda menos para el fin de semana.

Aunque en ese momento no nos queremos dar cuenta o intentamos acallarlo, eso queda ahí, como un pequeño martillo pilón, que te machaca todo el día y que tontería a tontería, gota a gota, hace que nuestro vaso se vaya llenando y que algo empiece a chirriarte por dentro, generando que al final la gotita más pequeña haga que el vaso se desborde y probablemente sobre la persona que menos lo merece...¿No sería mejor ir vaciando el vaso poco a poco antes que llegue al final?

No digo que haya que quejarse de todo o ir diciendo todo sin filtro previo pero...creo que muchas veces esperamos siempre a estar desbordados para decir lo que pensamos y sale de repente mucho más de lo que creíamos...pudiendo incluso llegar a bloquearnos.

El problema no es que solo nos callemos lo que no nos gusta de algo, sino que viene cuando somos incapaces de decirle a las personas que tenemos al lado lo importantes que son para nosotros y lo mucho que las podemos necesitar cada día y a cada momento, es decir, cuando no sólo nos callamos lo que pensamos sino que también nos callamos lo que sentimos...

Solemos cometer el error de desahogarnos con nuestros seres queridos contando sólo lo mal que me ha ido el día y lo agotados que estamos de esta vida...pero luego se nos suele olvidar lo importante, que es decirles lo mucho que hemos pensado en ellos cuando vivíamos esos malos momentos y lo importantes que son para nosotros al estar ahí siempre escuchando nuestras quejas diarias sin reprocharnos nada, y sin esperar al final una palabra de agradecimiento.

Cuando nos duela algo digámoslo...y cuando estemos con alguien que nos importa, puede ser un amigo, un familiar, tu pareja...y simplemente nos mire y nos haga sentirnos bien...hagamos que sepa que nos hace sentir bien...

Tenemos que recuperar aquella virtud olvidada de cuando eramos niños, en la que podemos acercarnos a alguien y decirle "te quiero mucho" y no sonrojarnos por ello.
Si todos nos lo dijeramos más seguro que por las mañanas, cuando nos sirvan un café frío, nos molestará menos de lo que nos molesta ahora...